miércoles, 11 de noviembre de 2015

Embajada inclasificable: Tintín y el Arte-Alfa, indagando y divagando por Lluís Ferrer Ferrer

¡Desde la embajada de la "i" de "incongruente irregularidad" llega una elaborada hipótesis del descerebrado que suscribe! ¿Tenía Hergé la intención de situar en Ibiza su inacabado álbum "Tintín y el Arte-Alfa?...
Si contabilizamos el total de álbumes publicados de Tintín, situando En el país de los soviets en primer lugar, Tintín y el Arte-Alfa sería el vigésimo cuarto y último de la serie. A pesar de que Hergé (1907-1983) sucumbió finalmente la enfermedad en pleno proceso creativo dejando la historia inconclusa, lo cierto es que nos dejó mucho más que un mero proyecto de la que hubiera sido por mérito propio, tal y como demuestra el poderosísimo esbozo de la trama en general, una de las más grandes aventuras del reportero belga, muy alejada según mi punto de vista de las decepcionantes entregas anteriores, Vuelo 714 para Sydney y Tintín y los Pícaros.










Con solo las tres primeras planchas prácticamente listas para ser pasadas a tinta y un total de 150 folios con bocetos y textos, y lo que es más importante, sin un final redactado para la obra, se presentaban un par de dilemas interesantes: ¿Debía publicarse esta última historia de Tintín? y, en caso de hacerlo ¿debía ser acabada, tal vez, por alguno de los miembros habituales de su equipo? La respuesta de la viuda del autor, Fanny Remi, fue tajante, y desde mi perspectiva propia también muy acertada, ya que las aportaciones de terceros habrían cobrado demasiada relevancia. La obra se publicaría inconclusa, tal y como la dejara su esposo.
En 1986, a los tres años de su fallecimiento, aparecería la primera de las dos versiones de este álbum con una selección de las 44 páginas en estado más avanzado que dan coherencia a un relato que, aun inacabado, constituye una de las historias más bien hilvanadas del protagonista. En 2004 se publicó una nueva edición ampliada respecto de la anterior. Mención aparte merece el obstinado empecinamiento del historietista canadiense Yves Rodier, cuyo propósito único en esta vida parecen ser los pastiches de la obra de Hergé, de los cuales ha perpetrado unos cuantos impunemente. En 1986 completó El Arte-Alfa a su gusto y lo presentó a la editorial propietaria de los derechos de la serie quien, con buen criterio, rechazó su proyecto de plano. Pero Rodier seguía erre que erre, y en su afán por dar forma definitiva al álbum llegó a recabar en 1991 el apoyo incondicional de Bob de Moor, uno de los colaboradores más reconocidos e importantes de Hergé. Ediciones Moulinsart rechazó su petición de nuevo, y de Moor falleció solo un año más tarde. Aun así, circulan varias versiones coloreadas de ese pastiche.

La trama se inicia en una galería de arte contemporáneo y el argumento gira en torno a unos falsificadores de arte que no se andan con chiquitas a la hora de llevarse por delante a quién se interponga en su camino. Según las inacabadas notas del autor, todo parece indicar que tras el líder de la banda, el misterioso mago Endaddine Akass, se escondía en realidad el inevitable villano recurrente de la serie, el millonario mafioso Roberto Rastapopoulos. La última e inquietante viñeta del álbum nos muestra a un Tintín siendo encañonado por la espalda a punta de pistola, con lo que las especulaciones del destino final del pequeño reportero son múltiples y variadas. Yo soy de la opinión de que hubiera superado el trance sin mayor contratiempo, pero personas cercanas al autor afirman que tenía intención de darle un final inesperado a la trama, y que incluso llegó a consultar con un amigo la posibilidad de matar a Tintín…¿qui lo sá?
Hace poco más de un año apareció en la prensa escrita local un artículo con ciertas imprecisiones atribuidas a un supuesto “tintinólogo”, quien afirmaba que la Castafiore, ruiseñor de Milán y penitencia del Capitán Haddock, explicaba a Tintín que había pasado unos días en Ibiza con el fascinante mago e hipnotizador Endaddine Akass. La reseña expone también la hipótesis de que Hergé, profundo conocedor del arte contemporáneo, extrapolaría en cierto modo al marchante Fernand Legros y al falsificador Elmyr de Hory, quien se suicidó en la isla en 1976, haciéndolos coincidir con los malvados protagonistas de El Arte-Alfa. Una teoría que, aunque no imposible, considero muy aventurada, como poco. El texto afirma también que Hergé sustituyó más tarde a Ibiza por Ischia, una isla italiana frente a Nápoles.
Pues bien, es aquí donde servidor se rebela y entra al trapo para corregir esas imprecisiones, algo que, por otra parte, resulta muy sencillo, ya que solo hay que releerse el álbum para ver donde están los errores.
En primer lugar, la Castafiore no dice que haya pasado unos días en Ibiza con Endaddine Akass. Lo que dice es que va a pasar unos días con él. (Cito textualmente: “Es un hombre fascinante, darling, realmente fascinante. ¡Tienes que conocerle!...Es el mago más ma-ra-vi-llo-so que haya conocido…Te impone las manos y quedas hipnotizado durante un año. Precisamente voy a pasar con él unos días en Ibiza…Es absolutamente necesario que le conozcas…”)


Pero mis calenturientas elucubraciones no terminan aquí, ni mucho menos, porque servidor está absolutamente convencido que Ibiza era la localización definitiva en la que Hergé pretendía desarrollar el grueso de la trama. (sí amiguetes, habéis leído bien…oootra vez). Es cierto que la segunda parte del la historia discurre en Ischia, e incluso puede verse el avión de Alitalia en el que Tintín y Haddock se desplazan hasta Nápoles…pero no es menos cierto que esas son las páginas más abocetadas y esquemáticas del lote entero y que, si debemos hacer caso al estado prácticamente definitivo, tanto a nivel de dibujo como de guión, de las tres primeras páginas del álbum donde tiene lugar la mencionada conversación entre Tintín y la Castafiore, resulta más que evidente, o al menos así me lo parece, que el autor decidió cambiar de localización a última hora sustituyendo la Ischia italiana original por nuestra isla de Ibiza, y no a la inversa.
No se, puede que sea un calentón de los míos, pero considero que es una aseveración digna de ser valorada y tenida en cuenta por los que verdaderamente entienden de esto. No olvidéis que no soy periodista ni “tintinólogo” (pero sí tintinófilo aficionado, ojocuidao…) y que mis valoraciones públicas al respecto son tan susceptibles de ser tenidas en consideración como de ser despreciadas por heréticas, faltaría más.

En todo caso, considero que este sanísimo ejercicio de indagar y divagar sobre las hipotéticas directrices que habría tomado el autor a lo largo del inacabado Tintín y el arte-Alfa son mucho más divertidas que las aviesas intenciones de algunos pretenciosos iluminados prestos a retomar su trabajo sn que nadie se lo pida.
Como muy bien decía el propio Hergé: “Si otros retomaran Tintín, lo harían quizás mejor, quizás peor; pero una cosa es segura: lo haría de otra manera, y entonces ¡ya no sería Tintín!”

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